miércoles, 5 de enero de 2011

Desafortunadamente, vivimos en una selva lingüística y semántica

Por Colombia en nov 4, 2010


Cuando leemos y discutimos nuevas ideas, la información se filtra automáticamente a través de experiencias anteriores y patrones de la memoria asociativa. En muchos casos, terminamos con algo distinto de lo que los diseñadores previeron. Por desgracia, vivimos en una selva lingüística y semántica. El lenguaje que heredamos es insuficiente y carece de las características necesarias para poder compartir las ideas.

He aquí un ejemplo histórico: cuando se presentó la posibilidad de hacer la transición de un avión convencional al ala voladora durante la Segunda Guerra Mundial (actualmente empleada de manera muy eficaz en el bombardero B-1 Stealth), la gente enfocó su atención en la ausencia del empenaje de cola. Esta nueva configuración, tan diferente de la convencional, les incomodó y las reacciones fueron por lo general negativas. Incluso los técnicos, cuestionaron la falta de estabilidad que creían inherente al ala volante.

Ellos respondieron con la duda y la hostilidad. Si hubieran usado el lenguaje apropiado de la investigación en su lugar, le habrían preguntado al diseñador cómo planeaba superar los factores limitantes de los diseños anteriores. El diseñador habría respondido mediante la presentación de las especificaciones del diseño y, mejor aún, con modelos de trabajo sobre el tema en discusión.

Para hablar sobre el rediseño de una cultura —no utópico, sino simplemente de acuerdo con el conocimiento y los recursos que tenemos a la mano— debemos aprender a superar nuestros egos, a cambio de un diálogo constructivo en lugar del debate. Además, debemos ser capaces de expresar los problemas y proponer las soluciones de manera clara y sucinta, sin distorsión del significado o malos entendidos, incluso cuando aquellas se oponen radicalmente a las normas aceptadas.

The Best That Money Can’t Buy (2002), Jacque Fresco, p. 13.

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